Viñales vs. Yamaha: primero ganar, después quejarse
Resulta frívolo ponerse a hablar de motos con la imagen de esa furgoneta calcinada en la memoria. Ánimo y fuerza, amigos del norte.
Al lío señores.
Si no fuéramos, si no fuera tan protoabuelo cebolleta, no estaría cada dos por tres recordando a Wayne Rainey (así como a sus coetáneos y sucesores).
Wayne Rainey, rubio él, compitiendo sobre unos (cito textualmente a su jefe) neumáticos Dunlop «hechos con cartón» ganaba carreras, y Campeonatos, y sólo entonces se atrevía a criticar en la intimidad a algún proveedor (vale, a Dunlop) o a exponer sus demandas a Yamaha a través de su jefe, un tal Roberts. «Para quejarse primero hay que ganar», una máxima que la mayoría de los pilotos de MotoGP no quieren conocer, oír ni que se les recuerde.
Asi era la rudeza de los sajones de finales de los 80 y principios de los 90, disfrazándolo todo de valentía, coraje e insconciencia dejando de lado la técnica de aquellas «unrideables». Los protocebolletas de hoy fuimos testigos de la dificultad con la que los héroes de la época, Sito y Garriga, intentaban hacerse un mínimo hueco en los 500, o de la dificultad con la que Crivi consiguió ser Campeón del Mundo, recordamos lo inverosímil que resultaba que un rookie subiera al podio, algo que ahora no es inhabitual, y la verdad, me resulta una auténtica lástima que se haya perdido la capacidad de sorpresa de ver a un rookie delante. Una actuación como la de Abe en Suzuka 1994 no se recordaría hoy mucho más que dos GGPP, sin embargo, casi 25 años después seguimos tirándonos de los pelos por la euforia que nos hizo sentir aquella noche, pilotando lo impilotable entre pilotos que conseguían lo imposible al resto. Creo que todo este ambiente que se respiraba por aquel entonces ha hecho que a nosotros los protocebolleta no nos gusten demasiado las quejas sobre el equipo, neumáticos o la moto en público.
Ver cómo pasan los Grandes Premios y seguir las declaraciones tipo veleta de Maverick Viñales, recuperando y perdiendo sensaciones a cada Gran Premio nos ha desquiciado a más de uno. El recuerdo de lo utópico que resultaba ver a un español subido al podio de 500 nos revuelve el estómago cuando uno de los nuestros, en una equipo oficial, osa descalificar y señala a causas concretas de su entorno para justificar su falta de resultados. Pero qué se ha creído, ¿que las motos oficiales nos las regalan o qué?
En el caso de Maverick Viñales, su imagen y mi memoria no me ayuda. No ayuda haberle visto tirar un mundial de Moto3 a la basura por bajarse de la moto y patearla en plena parrilla de Aragón, no ayuda esa (inicio de la descripción subjetiva) insolente manera de mirar fijamente en las entrevistas, no sé si en plan el malo de Terminator 2 (la buena) o en plan desafiante o en plan «pues yo me la llevaba a dar una vuelta. En moto» (y ya me dejo aquí los sentimientos no vaya esto a terminar pareciendo una entrada de motoinfluencer escrita en el escaparate de un Starbucks), no ayuda que sus quejas sean intermitentes entonando entre medias el «ahora sí» tan típico de Pedrosa, no sé si ayuda que Manolo Burillo empezara a despotricar por FB dejando entrever que existía un complot contra Viñales para mejorar la imagen que Viñales me proyecta fuera de pista. Es más, para mí, no sé si Viñales es de estos pilotos que no sé si se saben privilegiados, y no sé si tienen el derecho a quejarse en vez estar agradecidos sólo por poder estar en MotoGP. Como decía Rainey, primero gana y luego quéjate (fin de la descripción subjetiva).
Pero (inicio de la descripción objetiva) lo cierto es que Viñales ha ganado. Los tres primeros GGPP, incontestablemente y hacíendonos temer una temporada tan «aburrida» como la 2014. Y lo cierto es que si bien primero acusaba a los neumáticos, en Japón reconoció que éstos eran iguales para todos y el que el fallo era de desarrollo. Algo raro debe pasar cuando, por ejemplo, Valentino Rossi se cae dos veces en el mismo fin de semana y para más INRI, sobre mojado. Rossi sí acusa directamente a Michelin, pero creo que Rossi sabe que a corto plazo puede resultar más efectivo presionar a Michelin públicamente que a Yamaha. A ninguna marca, a ninguna, le interesa que Rossi hable mal de su producto, máxime cuando se aspira a que todos los que montan Pirelli Rosso o Metzeler M5 en su moto monten un Michelin. Así que esto, para mí, desmonta la teoría de que Michelin está perjudicando de facto a las Yamaha. No creo que exista ningún interés en que Yamaha no luche por el Mundial, menos aún patrocinada por la empresa que le suelta 20 kilos al año a Dorna por derechos de retransmisión en España.
Y lo cierto es que viendo otros casos, lo cierto es que las (por ejemplo) Ducati han evolucionado y mucho sobre los Michelin y han abierto mucho hueco sobre las motos de equipos satélites que tan bien iban en el primer tercio de temporada, e incluso hasta que sus pilotos empezaron a perder los contratos para seguir (vaya, me prometí borrar esta última afirmación). Honda también se ha distanciado (al menos una) de su satélite Cruchtlow (Crashlow según un acertado Josonen), y en cambio, Yamaha no ha abierto hueco sobre la 2016 que pilota Zarco sino que parece que la distancia se vuelve pequeña. Podríamos decir que estamos en uno de esos contados casos en los que una moto de fábrica, Yamaha no es que evolucione más lento que la de otras fábricas, si no que incluso Yamaha haya involucionado (fin de la descripción objetiva).
Cabe preguntarse ya cúal es el motivo real de las más que justificadas quejas de Maverick Viñales, de ésta marcha atrás que Yamaha parece estar experimentando sobre su M1 2017 spec.
Puede que la adaptación a Michelín no esté ayudando, pero sí que habría que preguntarse qué está pasando, qué demonios ha cambiado en Yamaha de 2016 a 2017 , qué criterios seguían antes y cúal ahora para las supuestas evoluciones al punto de haber malogrado la temida temporada de Viñales y al punto de que Rossi, el que nunca se cae, tenga que apretar tanto para caerse dos veces en el mismo fin de semana, el del Gran Premio de Japón.
Fin de la cita.
@mnlt15